Tecnocultura

Tecnocultura

En la actualidad, la vida sin tecnología es inimaginable en el mundo moderno. Nuestro trabajo, nuestros pasatiempos, nuestras relaciones, nuestros gustos, nuestras intenciones, el mercado, la ciencia, los países, la naturaleza y nuestra vida está mediada por la tecnología. Está tan arraigada a nuestra cultura que pareciera que los bebes nacen con el reflejo de manejarla, y lo ha hecho tan rápidamente que a las personas adultas mayores les dificulta adaptarse.

Pero… ¿Siempre fue así?

En el pasado, las personas aprendieron a moldear la madera y la piedra gracias a la técnica y la tecnología. Utilizaban su técnica física para crear y utilizar tecnología de supervivencia y de comunicación, como por ejemplo, una lanza o alguna manualidad. Entonces, así es como la humanidad fue evolucionando con el tiempo; a la mano de nuevos avances tecnológicos que les permitían tener una vida de mejor calidad. Fueron miles de años los que pasaron para que aprendamos a domesticar el suelo y los animales, y otros miles de años más en los que se inventaron nuevas tecnologías que nos permitieron conocer nuevos continentes.

Desde esos tiempos la tecnología era sinónimo de imperio, cada vez que los europeos colonizaban algún lugar la tecnología se hacía notar en sus barcazas, armaduras y armamentos; justificando la existencia de “bárbaros” y “cultos”. Fue ese mundo el que vio nacer la revolución científica en el siglo XVII y la revolución industrial del siglo XVIII. En estos años, el sentido de la técnica y la tecnología cambió, porque las personas dejaron de utilizar su técnica sobre la herramienta para su satisfacción, ya que la tecnología (la máquina) empezó a subordinar la técnica de las personas, transformándolas en herramientas de la máquina industrial. Esta relación entre la humanidad y la tecnología es la que empezó a primar desde entonces.

¿Cuál es el sentido de la tecnología?

La tecnología dejó de ser una estructura neutra e inofensiva, ahora es un eje central para el funcionamiento de la sociedad moderna. Al regirse bajo las reglas de la ciencia: IDI (Investigación, Desarrollo e Innovación), los avances tecnológicos responden a necesidades económicas, políticas, militares, religiosas, valóricas, filosóficas e institucionales. El conocimiento científico se convierte en un medio para generar desarrollos tecnológicos e innovaciones que acaben siendo rentables en los mercados y compensen las inversiones que las empresas hicieron. Esto demuestra la alianza entre la tecnociencia, la política y el mercado, lo cual no está tan lejano de la antigua relación entre la tecnología y el imperio. No es neutra ni inofensiva porque los intereses ideológicos justifican los costes de la investigación científica para la creación tecnológica, influyendo sobre las prioridades de los descubrimientos y necesidades, los cuales generalmente tienen el objetivo en el mercado financiero e incentivan la investigación privada. Gracias a esta lógica, Facebook logró que los datos de sus usuarios tengan más valor que el petróleo en el mercado, y que el desarrollo económico vaya acompañado del desastre ecológico más grave de la historia. Cabe destacar que las fuerzas militares del mundo financian y dirigen gran parte de la investigación científica y el desarrollo tecnológico de la humanidad.

Definitivamente ha sido el tiempo ideal del crecimiento económico, pues hemos podido crear tecnologías lo suficientemente sofisticadas para generar redes transnacionales de comunicación comercial, a través de miles de kilómetros de cables bajo el mar y cientos de satélites orbitando la Tierra. A este proceso de la historia le llamamos “progreso”, el cual no pudo haber existido sin el desarrollo tecnológico, pues son inseparables en cuanto a beneficios económicos, políticos y militares.

Tecnocultura.

Hoy en día vivimos en una civilización cibernética. La historia, la economía, la política, la cultura, la percepción, la memoria, la identidad y las experiencias están mediadas por las tecnologías. Por un lado, La OMS y las instituciones educacionales afirman que las nuevas tecnologías digitales son relevantes para nuestras HvP (Habilidades Para la Vida), porque permiten la práctica de la interacción, el aprendizaje y la integración social; y por otro, el creciente avance tecnológico está incrementando las brechas sociales de desigualdad entre “desarrollados” y “subdesarrollados”; similar a los antiguos “bárbaros” y “cultos”. La banda ancha se ha convertido en un indicador de la calidad de la infraestructura de un país, porque a través de ella se hacen posibles las principales actividades de la sociedad, como la educación, el ocio, la cultura, el comercio, el trabajo, etc. La necesidad de utilizar la tecnología, de estar conectado, se ha convertido en un elemento obligatorio para garantizar el equilibrio psíquico, físico y laboral de una persona que habita en países desarrollados, transformándose en todo un desafío para la salud mental moderna.

Definitivamente la tecnología es parte de nuestra cultura y modifica nuestras formas de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza. Si la psicología quiere comprender al humano contemporáneo, debe hacerlo desde las nuevas lógicas que conforman nuestro estilo de vida. Es innegable que ha habido adelantos tecnológicos impresionantes y progresos científicos que constituyen verdaderos logros de la inteligencia humana, aumentando así nuestra esperanza de vida y algunas comodidades; y por supuesto que la tecnología nos ha ayudado a conectarnos entre todas las personas del mundo para fines académicos, afectivos y laborales. Pero cabe preguntarnos: ¿Han mejorado las relaciones humanas? ¿Ha mejorado la relación con la naturaleza? ¿Cuál es nuestra relación con las tecnologías?

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